Josep Carbonell

1953, Vic, Spanien

  • I was born in Vic in 1953, and will always belong to that town, although I have been living in Barcelona since I was a child. One Sunday morning, when I was 7 or 8 I accompanied my father to visit a luthier workshop. I cannot recall why we went there or where exactly it was. However, I remember with crystal clarity the sunlight coming in through the window, the instruments hanging and piled up, the sound of the violoncello they were testing and, above all, the unmistakable smell that has been with me ever since. Today I am pretty sure that special atmosphere influenced a great deal of what I wanted, what I have done, what I am.

    I studied violin and viola at the Conservatori of Barcelona. Xavier Turull was my teacher my last years of studying. Listening to his Guadagnini provided me to distinguish the qualitative attributes in the sonority of instruments.

    Little by little I learnt I was interested in playing the instrument. Yet, I felt even more interested in the instrument, which I consider as being alive. I would spend more time watching than playing it, and I never took it seriously to become a professional player.
    More and more I wanted to learn about musical pedagogy, the artist's personality, the player's software, the creative act, the perception and attributes of sound, the dinamogenic effects of music, ... And I took a degree in Clinical Psychology for the University of Barcelona.

    As a psychologist my interest grew up in several aspects. My professional activity drew to matters of training, management of human resources and comunication. In a parallel direction I was attracted by the organology in general, and the stringed instruments in particular. Anyway, I was still missing something. I had the feeling of an undone work I could not distinguish which precisely was.

    One day in 1985 I received a phone call from a friend of mine. One of his relatives had died, and among his belongings there was a violin. My friend wanted to know whether the violin was of quality or in good condition. I took it home.

    It was evident that it had been kept in its case for many years. Its catgut strips were completely torn. It had been made by a luthier from Paris in the middle of the XVII th century. I looked up his name in every dictionary of luthiers, in every available publication, I asked everybody, ... I found nothing, which fascinated me.

    It was not its age, nor its making or sonorous quality. Neither was its beauty or sound. What impressed me most was the miracle of surviving. That message I had received from a totally unknown French luthier gave me the clue, explained many things and rescued many sensations and emotions from long before. That day I understood what my outstanding business was.

    Soon afterwards I started to search. For the first time I travelled to Cremona, I set up my own workshop, I began trying varnishes and making instruments.

    I did not study in Cremona, or Mittenwald, or Mirecourt, and I like to describe myself as a self-made luthier. I had and still have some references whose philosophy I am grateful to. However, my guides have essentially been a detailed observation of hundreds of instruments, trial end error, intuition and testing.

    I am lucky to live and work in the very centre of the Eixample in Barcelona. I completely identify myself with its spirit. The passion for detail, the sensuality of shapes and its asymmetrical concept of perfection and beauty have also been my teachers.

    As a luthier my efforts are focused in the making of the violin and the viola. They are the instruments that I can imagine, make and play. I may test them in all registers, which is important to me. My studies in the scientific method gives me elements to sort the wheat from the chaff, and avoid the esoteric explanations for phenomena totally understandable through mechanics, acoustics and manufacturing/construction techniques. This scientific approach, however, does not make me vary the belief that violins have a soul . And that this soul has much to do with the people that made them and helped them grow up.

    Quelle: persönliche Website
  • Soy de Vic, y lo seré siempre, aunque mi vida ha transcurrido en Barcelona. Nací en 1953. Cuando tenía 7 u 8 años, un domingo por la mañana, acompañé a mi padre en la visita a un taller de luthería. No sé por qué fuimos, ni exactamente dónde era. Recuerdo perfectamente la luz que entraba por la ventana, los instrumentos colgados y amontonados, el sonido del violoncello que estaban probando y, especialmente, aquel olor inconfundible, cuyo recuerdo me ha acompañado siempre. Hoy estoy convencido de que aquella atmósfera condicionó buena parte de lo que he deseado, he hecho y he sido.

    Estudié violín y viola en el Conservatorio de Barcelona. Los últimos años lo hice con el maestro Xavier Turull. Escuchando su Guadagnini aprendí a distinguir matices y atributos cualitativos en la sonoridad de los instrumentos.

    Poco a poco me di cuenta de que me interesaba la interpretación, pero aún me interesaba más el propio instrumento, que he visto siempre como un objeto vivo. Creo que me pasaba más horas mirando el violín que tocándolo y nunca llegué a imaginarme a mí mismo como violinista profesional.

    Por otra parte me interesaban, cada vez más, otros aspectos relacionados con la pedagogía musical, con la personalidad del artista, con el hecho creativo, con la percepción y atributos de los sonidos, con los efectos de la música sobre el comportamiento... y me licencié en psicología en la Universidad de Barcelona.

    Como psicólogo me interesé también por muchos otros aspectos. Mi actividad profesional fue derivando hacia cuestiones relacionadas con la formación, la gestión de los recursos humanos y la comunicaciónen, en todas sus facetas.. Paralelamente continuaba vivo mi interés por la organología en general y los cordófonos en particular.

    Un dia de 1985 recibí una llamada telefónica. Era un conocido mío que me explicaba que un familiar suyo había muerto. Entre sus cosas habían encontrado un violín. Se dirigió a mí para que le orientara sobre el estado y la calidad del instrumento. Me lo llevé a mi casa.

    Tenía signos evidentes de haber permanecido muchos años encerrado en su estuche. Sus cuerdas, aún de tripa, estaban todas rotas. Había sido construido por un luthier parisino a mediados del siglo XVIII. Busqué el nombre de aquel autor en todos los diccionarios de luthiers, en todas las publicaciones que tenía a mano, y pregunté a quién pude. Nadie le conocía, nadie sabía nada de él. Y fue precisamente este hecho el que me fascinó...

    Había tenido en las manos anteriormente otros instrumentos antiguos, pero no había experimentado hasta entonces aquella sensación. No era su antigüedad, no era la calidad constructiva ni sonora del instrumento. No eran su belleza ni su sonido. Lo que me fascinó fué el milagro de la pervivencia. Aquel mensaje que me había llegado de un modesto luthier francés totalmente olvidado me dio la clave, me explicó muchas cosas, y me hizo revivir sensaciones y emociones que venían de muy lejos. Fue entonces cuando comprendí que tenía una tarea pendiente.

    A partir de aquel momento empecé a moverme. Viajé por primera vez a Cremona, monté mi taller, inicié mis experiencias con barnices i comencé a construir.

    No me he formado en Cremona, ni en Mittenwald, ni en Mirecourt, y me gusta definirme como luthier autodidacta. He recibido ensañanzas y experiencias de algunas personas para mi muy apreciadas, como el luthier José Ángel Chacón, maestro y amigo. De ellos valoro, por encima de todo, aquello que me han transmitido de su filosofía. Pero, fundamentalmente, mis maestros mas cercanos han sido la observación minuciosa de centenars de instrumentos, el ensayo y el error, la intuición y la experimentación.

    Tengo la suerte de vivir y trabajar en el corazón del Ensanche barcelonés y me identifico plenamente con el espíritu del modernismo. La pasión por el detalle, la sensualidad de las formas y su asimétrico concepto de la perfección y la belleza, han sido también mis maestros.

    Como luthier centro mi trabajo en la construcción del violín y la viola. Son los instrumentos que puedo imaginar, construir y hacer sonar. Puedo probarlos personalmente en todos sus registros y, para mí, eso es importante. Mi formación en el método científico me aporta elementos para no entrar en las esotéricas explicaciones que en ocasiones se dan a fenómenos que pueden explicarse perfectamente desde la mecánica, la acústica y la técnica constructiva. Esta visión no me impide, sin embargo, creer profundamente que los violines tienen alma (no la de abeto, sino la otra). Y que ese alma tiene mucho que ver con las personas que lo crearon y le ayudaron a crecer.

    Quelle: persönliche Website

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